Benedicto Chuaqui (1895-1970) y el diálogo árabe-ibero-americano
Benedicto Chuaqui (1895-1970) y el diálogo árabe-ibero-americano
FERNANDO DE ÁGREDA BURILLO (publicado en Amanecer nº140. Feb. 2003)
La idea de celebrar en Túnez, del 9 al 13 de diciembre pasado, un Encuentro Internacional en torno al Diálogo Arabo-Ibero-Americano por parte de la Organización Árabe de la Educación, la Cultura y las Ciencias (ALECSO) fue excelente y oportuna por tantos motivos en este tiempo que vivimos, en el que se hace cada vez más necesario y acuciante plantear el papel del diálogo en la formación de una civilización más humanizada y solidaria.
Y dedicar este Encuentro, además, a des tacar la importancia del diálogo intercultural, sus características y su
diversidad, abre y amplia las perspectivas de la cooperación cultural bilateral.
Por ello quisiera aportar mi modesta colaboración a este interesante Encuentro y lo haré tratando de la vida y obra de un escritor sirio de origen que adoptaría una segunda patria en Chile, donde residió la mayor parte de su vida, tras verse forzado a emigrar, como tantos compatriotas, por las difíciles circunstancias que atravesaron los países de la zona por aquellos años. Se trata de Benedicto Chuaqui Ketlún (Homs, Siria, 19 de enero de 1895/ Santiago de Chile, 8 de noviembre de 1970). Su verdadero nombre —según refiere él
Benedicto Chuaqui
Árabe de Cultura en 1989, obra que el propio autor tuvo la amabilidad de regalamos en su visita a Madrid, en el mes de septiembre de
1990.
Rafide dedica esta obra a sus padres, emigrantes también, que procedían de Jerusalén, según recordará Eugenio García Díaz en las mismas páginas del libro hablando del autor y de la epopeya transcontinental “de la sufrida diáspora de los hombres de los bíblicos troncos étnicos, que tuvieron que cerrar las puertas de los hogares paternos y echarse a los caminos en busca de otras tierras” (pag.
201).
Matías Rafide hace de esta obra testimonio de “su admiración por los inmigrantes árabes, que han contribuido con su esfuerzo al progreso de nuestra querida patria”.
Benedicto Chuaqui pertenece a la generación del 27, según describe Rafide en el “Breve panorama generacional de los escritores de ascendencia árabe”, en su citada obra. Esta primera generación de emigrantes comprende al grupo de escritores nacidos entre 1890 y 1904: la figura más destacada es sin duda nuestro autor, Benedicto Chuaqui, y junto a él José Auil Hanna (1990-1982) y Moisés Mussa Batal (1990-1982).
Los tres autores mencionados, dato mismo con mucha gracia en sus Memorias— era Yamil Chuha y tuvo curioso, son de origen sirio. Las características de su narrativa —según que cambiarlo para adaptarse al medio en que vivía. El panorama de la literatura chilena de origen árabe ha sido expuesto con todo de talle en el excelente libro de Matías Rafide Batarce titulado Escritores chilenos de origen árabe. Ensayo y antología, publicado por el Instituto Chileno- Matías Rafide— son las tradicionales: un narrador básico exhibe un mundo objetivo, “regido por un riguroso causalismo, en que las consecuencias se organizan en un orden progresivo, coherente y subordinado, en que sigue primando lo interpretativo sobre lo meramente presentativo” (véase Historia de la literatura chilena, de Hugo Montes y Julio Orlando, 1974; Panorama de la literatura chilena, de Luis Merino Reyes, Washington, 1959).
“Benedicto Chuaqui es el escritor árabe que abre el camino a la integración cultural de Chile y el Medio Oriente”, se lee en las primeras líneas que Matías Rafide dedica a nuestro autor, “ejemplo de honestidad y de esfuerzo intelectual”.
Vista de la ciudad siria de Homs, lugar de nacimiento de Benedicto Chuaqui
Nacido en la ciudad Siria de Homs, el 19 de enero de 1895, se traslada a Chile en 1908, con apenas 13 años. Se establece en Santiago y allí logrará adquirir una sólida situación económica, tras trabajar con tesón, conociendo privaciones y sacrificios. Esta época de sus vida ha quedado reflejada en sus Memorias de un emigran te (imágenes y confidencias), publicadas en 1942, que obtuvo el Premio Municipal de Novela en
1943. El prólogo de esta obra se debe a Luis Durand y el diseño de la portada es del Dalal Chuaqui. La segunda parte de la misma se publicaría en 1945 con el título de Imágenes y Confidencias.
Las memorias de Benedicto Chuaqui, cuya segunda edición, de 1957, nos ha sido facilitada amablemente por Sergio Macías, poeta y escritor chileno y buen conocedor de la obra de los escritores hispanoamericanos de origen árabe. En 1917 adopta la nacionalidad chilena y participa activamente en la vida social y cultural del país: Miembro de la Junventud Homsiense, del Cuerpo de Bomberos, de la Sociedad de Escritores de Chile, donde ocuparía los cargos de vicepresidente y director durante varios períodos. Perteneció al Pen Club y a otras instituciones literarias. En 1916 funda el semanario bilingüe—árabe-castellano- La Juventud (Aschabibat) cuya dirección mantiene hasta 1920. Funda y preside el Círculo de Amigos de la Cultura Árabe, de 1940 a 1950, año en que pasa a constituirse como Instituto Chileno-Arabe de Cultura, destacada institución de la que fue director durante muchos años.
“Benedicto Chuaqui no olvidó jamás a Siria, a la que recordaba con nostalgia, pero amó a Chile intensamente… Auténtico mecenas, ayudó a muchos escritores e instituciones culturales. Fue, sin duda, el primer divulgador de la cultura árabe a través de numerosas traducciones, artículos y conferencias…”. También se refiere Matías Rafide en la presentación de nuestro autor “al gran ahínco con que estudió la lengua castellana pues anhelaba ser escritor en el nuevo idioma que antes no era el suyo”.
Su obra
En 1939, Benedicto Chuaqui publica su primera obra: Por el bien de los hombres (Granitos de arena), que reúne una serie de máximas y reflexiones de carácter ético, temas, como la educación de los espíritus, la emancipación espiritual, la caridad, el dolor, etc., de varias conferencias pronunciadas por Chuaqui en la Sociedad de Beneficiencia de la Juventud Homsiense, de la que Chuaqui fue presidente; el Cuerpo de Bomberos, los Boys Scouts, la Liga de Estudiantes Pobres, las Colonias Escolares o la Liga Antialcohólica, asociaciones, todas, en la que nuestro autor participó tan activamente. Así como en las reuniones culturales del Club Deportivo Colo Colo, según refiere Luis Durand en las páginas que sirven de presentación a esta obra bajo el título de Benedicto Chuaqui y su obra. Son de señalar asimismo las palabras de Moisés Mussa (sobre este educador y ensayista de origen sirio, 1900-1982, que llegaría a ocupar la presidencia del Instituto Chileno-Árabe de Cultura, véase el ya citado libro de M. Rafide: Escritores Chilenos de Origen Arabe, págs. 37-
43) en la solapa interior del libro: “Producto de la reflexión más acendrada, del más encendido amor al prójimo, de las
enseñanzas de los libros y de las realidades y, sobre todo, de la convivencia social, alquitarado en la severa autocrítica y elaborado sin vanas pretensiones literarias, esta selección de conferencias educativas será acogida seguramente con la misma simpatía que fluye siempre de nosotros…”.
Señalaremos, por otra parte, que en la portada del libro aparece el título en lengua árabe también y, como era de esperar, con el verdadero nombre del autor: Yamil Chuha: Li-jayr al-báshar.
Vista de la ciudad siria de Homs, lugar de nacimiento de Benedicto Chuaqui En 1941 publica la traducción de la novela titulada La fuga de Abdul Hamid, del escritor turco Loria Bek, que alcanzó varias ediciones; y ese mismo año aparece Meditaciones mínimas (ensayo sobre paremiología árabe). En la misma línea está su siguiente obra: Dos razas a través de sus refranes, de 1942, en la que estudia las semejanzas y diferencias entre los refranes españoles y los árabes. Matías Rafide dedica un detallado comentario a esta obra en la presentación que hace de nuestro autor, en su libro tantas veces mencionado.
En el mismo año, es decir, en 1942, Benedicto Chuaqui publica Pensamientos de Gibrán Jalil Gibrán y el libro de ensayos Sugerencias humanas. Casi al mismo tiempo se editan Disquisiciones intimas (máximas y pensamientos) y la ya citada Memorias de un emigranre, tal vez —señala Rafide con razón— su obra más importante.
Como decía anteriormente, he podido conocer la segunda edición de esta obra, de la Editorial Nascimiento, en Santiago de Chile, fechada en 1957, con 254 páginas. La segunda etapa de esta obra llevó por título Imágenes y confidencias y fue publicada en 1945, con 352 páginas.
A estas memorables Memorias se han re ferido el mismo Matías Rafide, que recoge en su ya mencionado trabajo un capítulo de dicha obra. Asimismo, Sergio Macías, en su interesante ensayo sobre la Presencia Árabe en la literatura Latinoamericana (Santiago de Chile, 1995), que dice entre otros comentarios: “En este aspecto la obra del autor sirio- chileno Benedicto Chuaqui es interesante por su testimonio en el que da un real significado a la emigración árabe, sus diferentes etapas, problemas laborales, educativos, xenófobos y de todo tipo hasta que logra la nacionalidad chilena. Luego viene una segunda parte que corresponde a la integración”.
La obra de Chuaqui —que incluye ensayos, narrativa y poesía, especialmente— se prolongó hasta los años 50 en varios libros que no hemos podido consultar. Matías Rafide ofrece una relación detallada de sus principales títulos, junto a una fotografía de nuestro autor. Recientemente hemos podido consultar en internet el catálogo general de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, donde figura una lista de registros con los principales títulos de la bibliografía de Benedicto Chuaqui.
Chuaqui en España
De forma insospechada, nuestras primeras noticias de Benedicto Chuaqui nos llegaron desde la revista hispano-marroquí Al Motamid (Verso y Prosa) que se publicaba en Larache y
Tetuán —de 1947 a 1956— bajo la dirección de Trina Mercader.
Benedicto Chuaqui en una caricatura de Antonio Romera. Copiada del sitio Memoriachilena.cl
En el número 23 de Al-Motajnid, fechado en Larache, en junio de 1951 (que incluía además,
¡En aquellos años!, poemas de Blas de Otero, colaboraciones de Gabriel Celaya, Carmen Martín de la Escalera, Miguel Fernández, Abdel Kader El Mokaddam y el arabista José María Casciaro, entre otras firmas); en este número, decíamos, aparece una detallada y emocionada reseña de la propia Trina, en árabe y español, en la que hace referencia a “los numerosos grupos de poetas árabes residentes en Hispano- América” y en concreto habla de Benedicto Chuaqui “magnífico escritor y poeta sirio residente en Santiago de Chile: su obra literaria
—dirá Trina—, valiosa y extensa, propia de quien posee una asombrosa actividad, precedida en su totalidad de la palabra vigorosa del prologuista Mahfud Massis”… Otro gran exponente de la literatura chilena de origen árabe, autor de poemas, El libro de los astros apagados (1965) y cuentos, Los sueños de Caín, etc., según podemos ver en la obra citada de Matías Rafide, entre otras referencias.
Y nos ofrece Trina un análisis detallado y crítico de los géneros literarios sobre los que Chuaqui mas ha trabajado, sobre todo la poesía. Las obras de Chuaqui —dice Trina— son propias de un poeta “a veces burlón e incisivo, pero siempre erguido e inquieto por la búsqueda de su personalidad más acabada… Poeta impuro, por humano, acepta toda palabra que le lleve directamente hasta el lector, aún a costa de la belleza”… “Sus cuentos son exquisitos, nerviosos, expuestos en una prosa segura que recoge fielmente el carácter árabe chileno a que da lugar la armonía de la convivencia”.
Destaca a continuación la labor de Chuaqui como traductor de los mejores poetas árabes contemporáneos en sus libros Treinta y tres poetas árabes, Pensamientos de Gibrán Jalil Gibrán (1942) y Otras Poesías Árabes, recién publicado entonces.
Hemos podido apreciar las palabras de Trina en el título Treinta y Tres poetas Arabes, desde el año 560 hasta los contemporáneos, que Chuaqui publicó en 1945, en la Editorial Nascimiento, de Santiago de Chile. Esta obra demuestra lo que ya subrayamos: Benedicto Chuaqui nunca abandonó su interés por la lengua y la cultura de sus raíces. Por eso admiramos su labor de difusor, de lazo de unión entre mundos lejanos, así como su actividad que podríamos calificar de “promotor del residió buena parte de su vida en Chile, donde dirigió el periódico Al-Watan. Matías Rafide recoge más datos de este autor en su obra Escritores chilenos de origen árabe, págs. 311-
312) y Leonor Martínez Antología de poesía árabe contemporánea. Madrid, 1972. Pág. 113). Y junto a todos ellos: Gibrán Jalil Gibrán, Nadra Haddad y Rachid Ayub.
Este grupo de escritores siro-libanés constituiría una corriente literaria por aquellos años. Algunos de ellos serían
presentados también en Ketama, el suplemento literario de Tamuda, la conocida revista de investigación, que se publicaba entonces y también en Tetuán, bajo la dirección de nuestro querido amigo Jacinto López Gorgé con la colaboración de Mohammed Sabbag y el hispanista Nayib Abu Malham, que tanto pudo influir en aquellos temas.
La difusión de los autores de esta “Escuela siro-americana” se prolongaría por aquellos años. Así ocurrió con el número 4 de la colección Itimad, aneja a Al- Motamid, y dirigida por la misma Trina Mercader. Este pequeño
diálogo árabe-ibero- americano”, según el lema “Memorias de un Emigrante. Imágenes y confidencias”
es la obra más conocida de Benedicto Chuaqui.
libro La Escuela siro- americana (con fijado en el Encuentro celebrado tan oportunamente por la ALECSO en Túnez,símbolo de la ex tensa cultura del Mediterráneo.
La obra Treinta y tres poetas árabes tiene dos partes bien diferenciadas: los “Antiguos” (desde Antara a Abu Taman) y los “Contemporáneos”: en este capítulo figuran autores tan destacados como Mayy Ziyada (que Chuaqui transcribe como “Ziadi”), Ahmad Chauki, Jorge Kehdy (el poeta libanés que residía en Bolivia, autor del libro Ensueños (18 poesías traducidas del árabe), presentado por Luis Merino Reyes y Eduardo González Lynch (2 ed. La Paz, Bolivia, 1966), Elías Fayad (cuyo poema titulado Las estrellas, aparecería después en la ya citada Al-Motamid (número 24, 1952) en la versión del eximio arabista español Femando de la Granja, junto al texto árabe); Nasib Árida; Chafik Maaluf; Elías Abi Madi (siempre según las transcripción que hace Chuaqui de los nombres, que difiere de la nuestra); Jean Zalaquett (poeta libanés que
antología de textos en árabe), obra del gran arabista Pedro Martínez Montávez, se publicó ya
en 1956 y sería el último exponente de la notable y apasionada labor de Trina Mercader.
La segunda colaboración de Benedicto Chuaqui en la revista Al-Motamid se publicó en el número
25 (marzo de 1953), cuando la redacción —es decir, la propia Trina Mercader— se había trasladado a Tetuán: en una segunda época de la revista que buscaba ampliar sus horizontes, con la convocatoria de la “Liga literaria hispano- marroquí”.
“Solamente una gentileza de la directora de Al- Motamid, ha querido ver en mi modesta persona condiciones para abordar este aspecto creador de la cultura, tan duro de desentrañar, y que exige, aparte de una intuición profunda, una erudición lo bastante amplia y generosa para abarcar el largo y el ancho de la poesía árabe de nuestros tiempos”. Estas palabras iniciaban el artículo de Chuaqui al que nos referíamos. Se titulaba Poesía árabe contemporánea y reproducía en buena parte las páginas de su obra Treinta y tres poetas árabes (1945). Y terminaba con “la voz de los pueblos, que comienza a tronar sobre las ardientes montañas del mañana”.
Siria-Chile-Tetuán y España: la poesía y la creación literaria superan fronteras reflejando el esfuerzo de estos escritores inolvidables.
Céntrica plaza de la ciudad siria de Homs