Fuente Obejuna, la Ayn Qobboši de las Crónicas Arábigas
Por: Carmen Panadero
¿Cómo alguna vez pudimos creer que Fuente Obejuna, durante los siglos de dominación árabe en nuestra península, fue paulatinamente perdiendo entidad hasta llegar a desaparecer? ¿Cómo, estando situada donde está?
Cinco eran las poblaciones que entonces constituían la red de las principales ciudades del interior de al-Ándalus: Córdoba, Sevilla, Mérida, Toledo y Zaragoza. Todas ellas ya relevantes centros urbanos en épocas romana y visigoda.
Los emires y califas de la dinastía Omeya no ignoraban que el dominio sobre estas cinco ciudades era fundamental para el gobierno de al-Ándalus y, por ello, siempre fueron objeto de su atención preferente.
Las buenas y constantes comunicaciones entre estas grandes poblaciones interiores, así como el control de sus respectivos entornos rurales, fueron claves para lograr mantener su pujanza, tan alejadas como se hallaban de los puertos de mar y, por tanto, de buena parte de los suministros. Al mismo tiempo, el intercambio de los productos de sus campos y de sus industrias les permitió convertirse en núcleos autosuficientes. La conexión de Córdoba, como capital del reino, con las otras cuatro ciudades, y la de ellas entre sí, no se limitaba al ámbito comercial, sino también a los contextos político, religioso y cultural; las cinco eran sedes episcopales cristianas y fueron también importantes centros islámicos. Mérida, por ejemplo, además de capital de su cora[1], era un núcleo de formación de muchos y excelentes ulemas o sabios en materia teológica, y como el Islam es una religión normativa, esta ciudad era también por tanto un relevante foco jurídico. La relación con Córdoba era intensa, así como con Sevilla y Toledo.
Por otra parte, las tropas regulares del soberano cordobés se veían obligadas a transitar desde la capital continuamente por esos arrecifes[2] que unían las grandes urbes citadas, año tras año, campaña tras campaña, ineludiblemente; porque, si bien es verdad que Sevilla, Mérida, Toledo y Zaragoza eran las poblaciones de mayor relieve después de Córdoba, también lo es que venían conduciéndose como las más insurrectas frente al poder del invasor árabe. Las cuatro, aunque no sólo ellas, habíanse constituido en focos permanentes de rebeldía por parte de la población autóctona —muladíes y mozárabes—[3], y este hecho traía como consecuencia el incesante fluir militar de una a otra, ya que las campañas de sometimiento eran constantes. Las dos principales y más efectivas medidas de que disponían los gobernantes omeyas para combatir las persistentes chispas de rebelión locales eran la intimidación militar y el tratar de impedir por todos los medios a su alcance que dichas ciudades se mantuvieran incomunicadas. Evitar el aislamiento era fundamental para los fines que perseguían.
Y es aquí donde viene al caso la importancia de la situación geográfica de Fuente Obejuna. Según puede comprobarse en el mapa que se adjunta, esta emblemática población se encuentra situada a poco menos de la mitad de la vía natural más corta entre Córdoba y Mérida, pero también en el camino más directo que puede existir entre Sevilla y Toledo, pasando por Cazalla de la Sierra, la misma Fuente Obejuna, Almadén y Calatrava. En resumen: la localidad que nos ocupa se hallaba enclavada en el punto donde se cruzaban los dos arrecifes que más acercaban entre sí a cuatro de esas cinco ciudades de la red interior de al-Ándalus. ¿Cómo, pues, podría haber perdido relevancia Fuente Obejuna y, menos aún, llegar a desaparecer en la España musulmana?
Supongo que no habré sido la única que, a lo largo de su vida, se haya preguntado frecuentemente por qué no conocíamos nada del pasado andalusí de esta localidad. Debo aclarar que, aunque nací en Córdoba, viví los primeros trece años de mi vida en esta querida población, y que en ella nacieron dos de mis hermanos menores. Siempre me extrañó enormemente que pudiéramos conocer el topónimo romano “Fons Mellaria” y desconociéramos sin embargo el árabe, que debió de emplearse durante siglos y que, además, era más reciente. Estaba íntimamente convencida de que el nombre árabe de Fuente Obejuna existía en cualquier remoto y olvidado documento, en alguna soterrada y empolvada lápida o en la más indescifrable crónica, pero que el día más inesperado saldría a la luz.
Pues bien; durante la fase de documentación de mis novelas históricas, cuyos hechos transcurren siempre en al-Ándalus, ha sido ineludible sumergirme en numerosos libros de Historia, Crónicas y legajos, tanto de autores españoles, como de hispanistas y arabistas extranjeros; y, como es natural en quien procura dar una visión imparcial de nuestra Historia, a este fin he frecuentado las Crónicas Arábigas. En una de estas —”Historia de la Dominación de los Árabes en España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas“[4], traducción y recopilación de don José Antonio Conde— y durante la fase de documentación preparatoria para mi novela “Omar, el Halcón de Bobastro“, me topé en la pág. 64, cap. XXXII, con un dato que inmediatamente llamó mi atención. Dice así:
“…al fin del año ciento ochenta y cinco (801)… Luego partió el rey Alhakem (I) a España oriental con el Walí Amrú, y con el caudillo de la caballería Muhamad ben Mofreg el Fontaurí, que era de la Garbia de Córdoba, cerca de Ain Fontauria, y se le conocía por el Cobboxí, por tener su casa cerca de Ain Cobboxi o Fuente de Carneros: era muy estimado de Alhakem por su valor y su erudición”.
¡Fuente de Carneros! No podía creerlo. ¿Podría tratarse de Fuente Obejuna? —me pregunté al instante—. Analicé detenidamente, palabra por palabra, aquel fragmento del texto que acababa de leer. El autor solamente proporcionaba una referencia imprecisa de la ubicación de Ain Cobboxi, pero suficiente como para no descartar la posibilidad de que pudiera aludir a Fuente Obejuna: “…era de la Garbia de Córdoba”. Garbia, de al-Garb, que significa “occidente”, “oeste” (de este término procede el topónimo Algarbe o Algarve). Mi esperanza podía mantenerse viva.
Me centré luego en el nombre del personaje originario de dicha población, el oficial del ejército real Muhamad ben Mofreg el Fontaurí, del que se dice que era distinguido por el Emir, debido a su valor y su erudición. Estudié con atención el nombre. El cronista le aplica como primer gentilicio “el Fontaurí”, en lengua romance y de raíz latina. Esto indicaba que aquella villa probablemente había existido en época visigoda, o incluso romana, y que integraba en su denominación la palabra Fons o Fuente. Proseguí. El autor atribuía al militar un segundo gentilicio, el del nombre árabe de la misma población, “el Cobboxí”, por ser de Ain Cobboxi: Ain (Ayn), voz árabe que significa “fuente”. Cobboxi, “carneros u ovejas”.
Don José Antonio Conde tradujo y compiló estas crónicas arábigas, que fueron editadas en 1874, pero los autores fueron cronistas musulmanes; algunos, contemporáneos de los hechos, otros algo posteriores, pero medievales en cualquier caso. La obra que yo tenía entre mis manos era un facsímil del original del siglo XIX, y es mi libro de cabecera desde hace ocho años, al que llevo incluso de vacaciones. Aunque en el original aparece el nombre de la localidad escrito como hemos reflejado —Ain Cobboxi—, la transcripción más exacta debería ser Ayn Qobboši, siempre que se posean los medios para hacerlo, y los ordenadores actuales disponen de ellos. La lengua árabe utiliza para el sonido de la C fuerte la Q, sin la usiguiente, y no cuenta con la X, utilizando para reemplazarla el sonido de S que presenta un matiz más parecido a nuestra x o, mejor aún, a nuestra j (como en el caso de Xeréz-Jeréz, Xátiba-Játiba, etc.), que no es otro que š. En lo que se refiere al gentilicio, su transcripción exacta debería ser “al-Qobbošĩ”, acentuado en la ĩ, como es de rigor en los gentilicios árabes masculinos. El gentilicio femenino sería “al-Qobbošiyya”.
El estudio minucioso del nombre de nuestro personaje —Muhamad ben Mofreg el Fontaurí— puede aún aportarnos más datos de interés. Ben Mofreg, como es sabido, quiere decir “hijo de Mofreg”. Mofreg es la arabización del nombre godo Manfred, cuya latinización sería Manfredo. Nuestro recién hallado paisano es, por tanto, un hispanogodo, lo que vendría a indicarnos que pertenecía a una familia poderosa e influyente en la población, porque en la mitad sur peninsular la gran masa era de origen hispanorromano, pero los puestos de poder, incluso los obispados, los acaparaba la minoría visigoda. El hecho de que el padre se llamara Mofreg y el hijo se llame Muhammad podría significar que el progenitor fuera aún cristiano (mozárabe), pero que su descendiente fuera ya un converso al Islam (muladí). Me inclino a creer que pueda tratarse de un muladí de primera generación.
Sobre este primer texto, queda por decir que hace referencia al reinado de Al-Haqem I y que, según puede observarse en las líneas que hemos reproducido del original, data este hecho histórico del año 801 de nuestra Era, en los inicios del siglo IX. Otras fuentes, sugieren que nuestro personaje acompañaba en las campañas militares al príncipe heredero adolescente (que pasado un tiempo sería Abd al-Rahmãn II) y que fue su instructor militar.
Proseguí leyendo y avanzando en el trabajo de documentación de mi novela y, unas cuantas páginas más adelante, me tropecé con un nuevo dato que venía a reforzar mis conclusiones, puesto que confirmaba la situación geográfica de Ayn Qobboši. En la página 73 de la misma obra antes citada, nos refiere el cronista:
“Cuando el rey tuvo la nueva de esta rebelión, dio orden a los alcaides de la comarca para juntar sus gentes con mucha diligencia y pasar a Mérida: el mismo Abderahman (II) partió de Córdoba con la caballería de su guardia y la de la ciudad, y en Ain Coboxi se le juntaron los alcaides con las gentes de sus Alcudias o jurisdicciones: hizo el rey alarde de estas tropas, y halló ciento y veinte banderas con cuarenta mil hombres”.
Lo primero que nos salta a la vista al leer este párrafo es que Ain se ha escrito con i latina y que Coboxi ha sido escrito con una sola b; esto último puede tratarse de una errata de imprenta o de equivocación del autor o del traductor. La forma válida debe de ser la de la página 64, entre otras razones porque allí el término Cobboxi aparece en dos ocasiones. Pero lo realmente interesante en este fragmento del texto es que definitivamente nos sitúa a Ayn Qobboši en el camino que conduce de Córdoba a Mérida. Esto nos permite acopiar un hecho histórico más para Fuente Obejuna: entre el año 832 d.C. y el 835, el emir Abd al-Rahmãn II convocó y concentró al ejército en Fuente Obejuna para ir a domeñar a los rebeldes emeritenses, precisamente por la ventaja que suponía la confluencia de arrecifes en esta localidad y, por ello, se facilitaba el allegamiento de tropas de diferentes procedencias. Luego, celebró allí un alarde espectacular, como solían ser los que presidía un Emir; ciento veinte abanderados y cuarenta mil soldados representaba todo un señor alarde. Habían pasado ya más de treinta años y Muhamad ben Mofreg debía de estar ya muerto o retirado. Quién sabe si el Emir no estaría rindiendo homenaje con este alarde al que fue su instructor militar.
Para acabar debo añadir que en otras varias fuentes, concernientes a la vida cotidiana en la Edad Media o a usos y costumbres andalusíes, he encontrado en diferentes ocasiones noticias sobre la calidad del ganado ovino de esta comarca en aquella época y el renombre que había alcanzado en al-Ándalus. Se decía que en las mejores mesas de Córdoba no podía faltar, en las grandes fiestas del Día del Sacrificio y en las de Ruptura del Ayuno del final del Ramadán, el carnero o el cordero de aquellos montes que se encierran entre al-Zuãga (Azuaga), Bãlma (Bélmez) y Fornayũlus (Hornachuelos). Si tuviéramos que expresarlo con palabras de nuestros días, deberíamos decir entonces que ese cordero era el “pata negra” de los corderos o un cordero con denominación de origen.
No puede, pues, extrañarnos lo de “Fuente de carneros o de ovejas”, a pesar de que en la Historia reciente de esta población se sostenga que Fuente Obejuna es deformación de Fuente Abejuna, porque quiere decir “Fuente de Abejas”. Quizás cuando Lope de Vegaescribió Fuenteovejuna con v sabía lo que hacía. Pero esto no es óbice para que nuestra querida localidad pueda ser al mismo tiempo fuente de ovejas, de abejas, de miel e incluso de otras varias provisiones. Por cierto, que Fuente de Miel se dice “Ain Sahda”, y así se llamaba un ameno paraje que se hallaba en la munya[5] al-Yafariyya, propiedad de la familia de nuestro genial poeta cordobés del siglo XI ben Zaydun, situada en las cercanías del palacio de al-Ruzãfa de Córdoba.
Deseo hacer constar por último que este hecho no constituye un descubrimiento por mi parte; que, si yo he podido encontrarlo, ha sido porque otros lo encontraron antes y lo tradujeron. Estas Crónicas son muy frecuentadas; las han traducido españoles y extranjeros: José Antonio Conde, Sánchez Albornoz, Reinhart Dozy, , etc. Gracias a todos ellos por su inestimable aportación. Mi pequeña contribución ha consistido únicamente en relacionar este dato con Fuente Obejuna.
Si se demoró tanto en aparecer fue porque, al tratarse de un topónimo traducible, el resultado es tan diferente de un idioma al otro —en morfología, fonética, grafía y en todos sus aspectos— que no resultaba tarea fácil poder asociar Ayn Qobboši a Fuente Obejuna.
Esta nueva información figura ya en mi novela “Omar, el Halcón de Bobastro” (2006), con una nota a pie de página donde por primera vez puede leerse: 1) Ayn Cobboxi (Qobboši) significa en árabe “Fuente de carneros u ovejas”. Era el nombre árabe que recibía Fuente Obejuna (Córdoba). Con estos datos históricos recientes está inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual del Ministerio de Cultura y se encuentra ya publicada en tres webs literarias de internet; si llegara a editarse en papel[6], con estas nuevas conclusiones aparecería.
Considero un privilegio el haber logrado ver la relación entre estos dos topónimos; quizás se haya debido a mi vinculación personal con Fuente Obejuna. Es innegable que un lazo especial puede sensibilizarnos y ayudarnos a ir con los ojos bien abiertos en lo que al objeto de nuestro afecto se refiere. Confieso que me siento muy complacida por haber tenido parte en este feliz encuentro.
Hasta siempre Fons Mellaria, Ain Qobboši, Fuente Obejuna.
Ciudad Real, a 22 de Enero de 2010. (Este artículo sólo ha aparecido editado en una ocasión antes de ahora: en el mes de agosto de 2010, en la revista “Fons Mellaria” de Fuente Obejuna -Córdoba-). (6) Finalmente, “El Halcón de Bobastro” apareció editada en papel por Create Space en el año 2015.
[1] Cora (kura), comarca o provincia en árabe; las coras de la España musulmana coincidían con las antiguas provincias visigodas y diócesis cristianas. [2] – Arrecife (al-rasĩf), nombre que se daba en al-Ándalus a las vías o caminos que comunicaban las ciudades. Los había principales y secundarios. Muchos de ellos coincidían con las antiguas calzadas romanas. [3] – Muladí, hispanomusulmán. Persona de raza y nación hispana conversa al Islam. Mozárabe (al-musta`arab), nombre que recibía el cristiano de al-Ándalus que residía en territorio musulmán. Cristiano arabizado. [4] – “Historia de la Dominación de los Árabes en España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas” (facsímil), de José Antonio Conde.- Marín y Compañía, Editores.- Madrid, 1874. [5] – Munya, al-munya, almunia, huerta. Casa de recreo con frutales. [6] – Finalmente, “El Halcón de Bobastro” apareció editada en papel por CreateSpace en el año 2.015.