Entrevista a Alberto Gómez Font, filólogo, escritor y tangerino de adopción
Entrevistado por Najmi Abdelkhalak
“No solo no han dado «mala imagen» de Tánger, sino que la han puesto entre las ciudades literarias más importantes del mundo”
¿Cuándo empezó su interés por la lengua y cultura árabe?
Fue en el curso 1974-1975, en la Universidad Autónoma de Madrid. Al matricularme en el primer curso de Filología tuve que elegir entre estudiar griego o árabe, y opté por el árabe. Tuve la grandísima suerte de que mi profesor fuera un sabio, don Pedro Martínez Montávez, un gran conocedor de la lengua y la cultura árabes, y decidí continuar con esos estudios durante toda la carrera, en el recién creado (1975) Departamento de Árabe e Islam. Durante los cinco años que duraron mis estudios universitarios me dieron clase muy buenas y muy buenos especialistas en el mundo árabe —lengua, literatura, filosofía, arte, sociología, historia, geografía…—, y mi interés fue creciendo cada vez más, hasta trasformarse en fascinación.
¿Cuándo y cómo fueron sus primeros contactos con Marruecos, en general, y Tánger, en particular?
R-Mi primer viaje a Marruecos fue en 1975, con un profesor de la universidad y dos compañeros de estudios. Recorrimos casi todo el país, desde Tánger hasta Erfud, Risani, Tiznit…; visitamos todas las grandes ciudades del interior y de la costa, y llegamos también hasta Taza y Uchda. Fue un intenso viaje iniciático en el que nos dimos cuenta de que el poco árabe —fusha— que entonces sabíamos no nos servía de mucho en Marruecos. Dos años después volví a viajar por el país, con otro profesor y con dos alumnas del curso posterior al mío; también recorrimos casi todo el país y nos adentramos por lugares nada turísticos.
En esos dos primeros viajes, y en los siguientes, Tánger era para nosotros solamente una ciudad de paso donde pasábamos una noche a la ida o a la vuelta. Más adelante, ya en los años 80 del siglo pasado comencé a visitar Tánger empujado por mis lecturas y por los amigos que conocían bien esa ciudad y me hablaban de ella, y poco a poco la urbe y sus gentes fueron atrapándome, hasta el punto de que fue el lugar que escogí para celebrar la fiesta de mi 50 cumpleaños —en el 2005—, y allí nos juntamos un montón de amigas y amigos para festejar mi medio siglo. Recuerdo que cenamos un delicioso tayín de boquerones en el Chellah Beach Club.
Durante los últimos años del siglo XX tuve la fortuna de conocer a gente muy interesante en Tánger, tanto tangerinos marroquíes como tangerinos españoles y, cómo no, muchos tangerinos de adopción llegados desde Europa y América.
- ¿Qué ha tenido o tiene Tánger de especial para que tantos autores, artistas cineasta, músicos… ambientaran sus obras en ella?
R-Tánger tiene lo que tuvo, pues aunque desde el punto de vista administrativo sea una ciudad más de Marruecos, sigue siendo la más internacional de todas, sigue conservando mucho de lo que tuvo durante los años en los que convivían allí gentes de todos los rincones del mundo y la administración estaba a cargo de varios países.
Tuvo esa magia de la ciudad-Estado en la que casi todo era posible y sus gentes no censuraban ningún comportamiento social, por más extravagante que este fuera, y sigue teniendo ese espíritu de libertad y de aceptación. Es, además, una ciudad que renace cada día, que ha pasado por épocas doradas y épocas grises, y hoy está en uno de sus mejores momentos. Es como el Ave Fénix que renace de sus cenizas y vuelve a tener una vida brillante.
Los pintores se deslumbraron con su luz y sus colores, los escritores se imaginaros historias mágicas y simplemente contaron lo que veían, los músicos se fascinaron los ritmos locales; así fue y así sigue siendo hoy.
- Está usted de acuerdo en que Tánger está de moda en la literatura española?
R-Así es; de unos años a esta parte la palabra ‘Tánger’ se vende muy bien en España —y también en el resto de Europa, y en América. Ello hace que algunas escritoras y escritores contemporáneos sitúen la acción de sus cuentos, de sus novelas o de sus ensayos en la ciudad de Tánger, a veces remontándose a épocas pasadas y otras veces en los años actuales.
Y esa ‘moda’ es muy provechosa para Tánger, pues se está dando un nuevo tipo de turismo, el literario, de las personas que han leído algunas de esas obras y viajan a la ciudad donde se desarrolla la acción para visitar los lugares que aparecen en el relato.
- ¿Qué autores españoles le han agradado con sus obras tangerinas?
R-La respuesta es casi automática: Ángel Vázquez y sus tres novelas tangerinas; La vida perra de Juanita Narboni, Fiesta para una mujer sola y Se enciende y se apaga una luz. Me gustan mucho también las dos novelas de mi amigo y maestro Javier Valenzuela cuya acción se desarrolla en Tánger: Tangerina y Limones negros. Otras de las obras que más me han gustado y más recomiendo a mis amigos son: Hotel Tánger, de Tomás Salvador; Un largo sueño en Tánger, de Antonio Lozano; A orillas de Tánger, de Víctor Pérez Pérez; El último verano en Tánger, de Juan Vega; y Me quedé en Tánger, de Luis Molinos; Los muertos de Roni, de Leo Aflalo, y El mazal de los pobres, de Elie Benchetrit. También en español, pero escrita por un judío venezolano de origen de Melilla —Isaac Chocrón— es la magnífica novela tangerina epistolar Rómpase en caso de incendio.
- Usted publicó su obra Cócteles tangerinos en los años noventa del siglo pasado y la reeditó en 2017 ¿Cuál fue el motivo?
R-El primer relato de la colección que después recogí en esos libros lo escribí en 1990 (siendo yo barman en el bar La Mala Fama, en Madrid) para el número uno de la revista El canto de la Tripulación. En los siguientes números de la revista volvieron a aparecer cuentos míos ambientados en el Tánger de los años 50 del siglo pasado, y más adelante decidí seguir escribiendo esa serie, con un barman judío —Isaac Toledano— al frente de la barra del bar del Hotel El Minzah, hasta que mi amigo Saíd Messari, pintor y editor afincado en Madrid, me sugirió recoger esos relatos en un libro del que él se ocuparía del diseño.
La primera edición, de 500 ejemplares —con diez cuentos—, se publicó en Madrid en 1995, y dos años después se hizo una nueva tirada de 250 ejemplares financiada por el Hotel El Minzah, por iniciativa de su director Philippe de Vizcaya.
Pasaron los años y seguí escribiendo historias en las que el personaje principal pasó a ser un tangerino catalán —Beltrán Llauradó Bofill—, si bien seguía presente Isaac Toledano. Y ya en el 2017 se publicó la segunda edición del libro, con los diez cuentos de la primera parte y otros doce nuevos, y se presentó en un acto en el Hotel Continental de Tánger, en el que preparé un cóctel para los asistentes.
Hoy ya no es posible encontrar ejemplares de ninguna de esas dos ediciones, y ello me está llevando a preparar una tercera, con nuevos relatos.
También colaboro de vez en cuando con artículos en la revista literaria tangerina Sures, dirigida por el escritor argentino Santiago de Luca, y participé como coautor en el libro de relatos Los Conjurados de Tánger, editado en la colección de esa misma revista.