Mudéjares de Castilla
- publicado por CARMEN PANADERO DELGADO – Medalla de Oro CIHAR 2018
- Fecha20 JULIO 2023
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Siglos después de arraigado en la península el esplendor de al-Ándalus, con el progresivo avance de castellanos y aragoneses hacia el sur, los musulmanes vencidos hubieron de vivir como protegidos de los monarcas cristianos; así, quienes decidían quedarse en sus tierras y ciudades, sobre todo si se entregaban por medio de pactos y mediante el pago de contribuciones especiales, quedaban inmersos en un régimen de convivencia similar al que antes acogiera a los cristianos en al-Ándalus, recibiendo el nombre de mudéjares. En los reinos de España, hasta el siglo XIV se respetó lo pactado en las capitulaciones; la población musulmana podía mantener su religión, su lengua árabe, su jurisdicción, sus oficios, bienes y heredades a cambio del pago de tributos.
El nombre “mudéjar” procede de la palabra árabe mudaŷŷan, los que se quedaron, los doblegados; “tributario sometido” añade Leopoldo Torres Balbás. Mudaŷŷan fue término implantado por los mismos musulmanes para menospreciar a quienes decidieron quedarse. Los cristianos no lo usaron hasta el siglo XV, porque solían llamarlos “moros” en Castilla y “sarrai´ns” en Aragón.
Consideramos inicio del fenómeno mudéjar la incorporación a Castilla del reino taifa de Toledo por Alfonso VI (1085). Según narra mi novela El Collar de Aljófar, la acogida a los musulmanes sin que renunciaran a su fe llevó a Alfonso a titularse “Emperador de las dos Religiones”, dando a entender que “en su imperio lo árabe tendría cabida” (Mª Jesús Rubiera).
Aunque las condiciones fueron parecidas en todos los reinos, hoy detallaremos el fenómeno mudéjar de Castilla; en un próximo artículo analizaremos el de Aragón.
Tras la anexión de Toledo a Castilla, los musulmanes toledanos podían practicar su culto en tres de sus mezquitas; entre ellas, la Mezquita Mayor. Pero, aunque las condiciones de la capitulación respetáronse durante siglos, la referente a esta Mezquita fue vulnerada aquel mismo año; los cortesanos borgoñones de la reina Constanza, que jamás entendieron las concesiones que ofrecía Castilla a los moros, acaudillaron junto al arzobispo de Toledo un asalto a dicha mezquita, enfrentándose al gobernador Sisnando Davidiz, quien trataba de impedir aquel desafuero (julio, 1085). Luego, según algunas fuentes fue consagrada como catedral católica, mientras otras aseguran que como basílica, siendo catedral Santa María del Alficén.
Toledo era próspera, excepcional para la época —unos 28.000 habitantes—. Los mudéjares satisfacían, además del tributo que abonaban los cristianos, otro anual por cada familia; durante los siglos XII al XIV se llamó cabeza de pecho, y en el XV, pecha. La ciudad acrecentó su población con la llegada de mozárabes y judíos que abandonaban al-Ándalus por la intolerancia almorávide y almohade.
En 1235 se integró en Castilla la cuenca del Guadiana (La Mancha y Extremadura); las condiciones de sus mudéjares fueron más benignas que en Toledo al regirse por el Fuero de Cuenca, gracias al cual en aquellos pueblos (Almagro, Aldea del rey, Daimiel, Alcázar, Villarrubia… así hasta 80) dependientes de Órdenes Militares, su vida fue más plácida; en Hornachos (Extremadura) los mudéjares sumaron 3.000 almas, la mayor concentración del reino.
Castilla prosiguió su avance, anexionando el valle del Guadalquivir entre 1224 y 1264. Las capitulaciones promovidas por Fernando III eran muy favorables; sus pactos propiciaron numerosos núcleos mudéjares rurales, aunque menos en ciudades. Pero las insurrecciones de 1264-1265 ocasionaron migraciones hacia Granada y África. Por ello, pese a lo que se cree, Andalucía tuvo menos población mudéjar que el resto de Castilla. La conquista de Murcia en 1243 fue similar a la andaluza; muchos musulmanes permanecieron allí hasta la revuelta de 1264, pero suponían solo el 10% de la población.
Los muslimes en Castilla tenían sus propias carnicerías y se respetaban sus usos y tabúes religiosos respecto a los alimentos. Tenían prohibido mantener sexo con personas de las otras dos comunidades, tener sirvientes cristianos y ejercer como especieros, médicos, cirujanos, boticarios y comadronas, excepto entre musulmanes.
Observando el Corán y la Sunna, un “alcalde” o “viejo mayor” presidía cada aljama, pero no se les obligó a vivir agrupados hasta 1480, aunque ellos lo procuraban. Tenían vedado ejercer cargos públicos preeminentes sobre los cristianos, pero no siempre se cumplió: baste recordar los visires judíos de Alfonso VIII o Pedro I y las consultas a médicos musulmanes cuando las vidas corrían verdadero peligro.